Hoy se cumplen 45 años de la muerte del poeta Luis Cernuda, en la Ciudad de Mexico.
Comprometido con la poesía, la cultura y la política, tuvo que sufrir su condición homosexual (que no ocultó) como un terrible lastre a lo que se sumó su desgraciado amor por Serafín Fernández Ferro, amor no correspondido, que le inspiró poemas inmortales, como el que hoy escogí: "Donde habite el olvido" con ese gusto tan becqueriano, que le acompañó en casi toda su obra.
Perteneciente a la Generación del 27, esta foto resume lo que podría ser la máxima represetancion de la poesia de esta corriente, con admirables compañeros como Aleixandre o Lorca.
Hermosisima lectura recomendada es también su libro de poemas en prosa: Ocnos, escrito en Glasgow (Escocia) en 1940, desde la lejanía de un paisaje tan distinto evoca pasajes de su niñez y estampas de la Sevilla que adoraba, con la lógica nostalgia por la distancia y el destierro.
También os dejo este magnifico trabajo sobre el escritor, de José Teruel.
A pesar de sus problemas, siempre tuvo una sonrisa para sus amigos.
Valga este pequeño homenaje, para un poeta que reivindicó en tiempos complicados, la homosexualidad, la libertad política y el arte infinito de sus versos.
Donde habite el olvido,
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo sólo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.
Donde mi nombre deje
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.
En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
No esconda como acero
En mi pecho su ala,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.
Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.
Donde penas y dichas no sean más que nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.
Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido.
...Memoria de una piedra sepultada entre ortigas