lunes, 16 de febrero de 2009
Yebra, corazón partió.
Corrían los años ochenta cuando no había septiembre que no me pasara por el pueblo alcarreño de Yebra.
La disculpa eran las fiestas, aunque también me gustaba ir en semana santa, donde encontraba un clima propicio para escribir y cambiar de aires de Madrid.
El dulce reposo, sentada en la puerta de la casita familiar o las noches que olían de un modo especial, sobre todo cuando la lluvia caía sobre su tierra rojiza.
Este pueblo de mi familia materna, y cuyas raíces siempre llevaré conmigo y a pesar de que mis padres ya nacieron en la capital y se alejaron de él, yo seguí yendo con otros familiares.
Hoy Yebra, vuelve a los periódicos, después que lo hiciera por las desgraciadas consecuencias de una riada en 1995.
Esta vez el motivo es la polémica por la posible instalación de un cementerio nuclear en sus tierras, propiciado por el Alcalde popular: Juan Pedro Sánchez.
Gran parte de sus vecinos han empezado a movilizarse contra el cementerio, colgando carteles y protestas, que también han sido secundadas por Asociaciones Ecologistas.
La postura del PSOE también esta clara así como la de un nuevo colectivo de agricultores y ganaderos.
Corazón partió, siempre guerrera y luchadora, Yebra se enfrenta a una nueva lucha a dos bandos, los que dicen que si se va a poner cerca que al menos se cobre y los que no quieren ni oir hablar del proyecto.
Ya pasó con la Central de Almonacid, eterno pueblo rival, al que vieron crecer y enriquecerse, compartiendo riesgos sin dinero, durante muchos años.
Por esas buenas tardes, esas tortas y pañuelos, su aceite, y todas esas delicias naturales, que suelen tener todos los pueblos de los abuelos, deseo lo mejor para Yebra y sus vecinos, pueblo al que siempre estaré vinculada por el torrente sanguíneo.
Que la cordura llegue y siga siento el rinconcito alcarreño donde las musas llegaban a poblar los folios en blanco de mi vieja máquina de escribir.