Easo
Pasaré mil veces por Donosti y mil veces sentiré el enamoramiento del alma ante esta ciudad.
Porque en cada momento se descubre un rincón diferente, rico y lleno de matices, y sus calles laten de vida y su mar convierte la ira del Cantábrico en espuma batida.
Por eso es fácil sentir el síndrome de Stendhal, cuando se tiene el privilegio de ver caer el día a traves del encaje del la barandilla de la Concha.
Una escapada, sin duda inolvidable.
Donosti