Pocos placeres son comparable con pasar la tarde de sábado en el Museo del Prado.
Me despide Velázquez que charla con la luna, después de encontrarme por los pasillos a dos amantes que paseaban desnudos bajo los focos y la mirada asombrada de los visitantes.
Y al Paseo del Prado bañado por las luces de Enero.