sábado, 18 de julio de 2009

Easo



Pasaré mil veces por Donosti y mil veces sentiré el enamoramiento del alma ante esta ciudad.
Porque en cada momento se descubre un rincón diferente, rico y lleno de matices, y sus calles laten de vida y su mar convierte la ira del Cantábrico en espuma batida.

Por eso es fácil sentir el síndrome de Stendhal, cuando se tiene el privilegio de ver caer el día a traves del encaje del la barandilla de la Concha.

Una escapada, sin duda inolvidable.



Donosti